#HelloCosthanzo: «Si las ideas fluyen, tendré buen destino»
El artista argentino habla acerca de sus 30 años como dibujante e ilustrador, y explica cómo es adaptarse a los tiempos digitales que corren.
Si uno recorre algunos de los medios más importantes del mundo, como El País, The New Yorker, The Wall Street Journal o The Guardian, puede encontrarse sin problemas con ilustraciones hechas por Costhanzo, donde deportistas y músicos son el motor fundamental de su pasión por el dibujo.
Su última muestra, “Costhanzo en su laberinto – 30 años de dibujos”, pudo verse hasta octubre en La Usina del Arte y hasta estuvo presente en el Museo Mar de Mar del Plata durante semana santa. La muestra recopiló gran cantidad de esas imágenes que ya forman parte de la visual colectiva de varias generaciones.
Bajo el desafío de, una vez más, pegar un volantazo y no repetirse, ahora el artista se encuentra en un proceso en el que siente el fin de una etapa y el comienzo de algo nuevo en sus tres décadas de carrera. Por eso mismo, Motorola habló con él para entender un poco más el detrás de escena de su pincel, su lápiz y su mouse.
Llevás más de 30 años de carrera. Mirando para atrás, ¿cuál creés que fue el momento de quiebre para llegar donde estás hoy?
A lo largo de estos 30 años, a mí me pasó que cada diez años hubo un cambio o un cohete en escalas en donde fui cambiando la piel. Mi primera década, del 89 al 99, fue de hacer todo para todos. Publicar donde sea. Quería ver mi trabajo publicado. Revistas de todo tipo, rubro y color. Si me dabas una revista de crochet, yo creo que trabajaba igual… Eso me dio mucha versatilidad. En la segunda etapa suceden dos cosas: vuelvo a España a buscar trabajo y ahí se empieza a abrir mi carrera en el exterior. Y por otro lado, empiezo a afinar un poco la idea de no trabajar para todas las cosas, sino hacerlo sobre temáticas que me gustan, como el deporte, el cine, la música. Ahí empieza a crecer y desarrollarse mi estilo. Y la tercera década es mucho más adulta y empiezo a resolver los misterios que se me presentaron en la segunda.
Con una carrera tan exitosa, ¿todavía te queda algún sueño por cumplir, como publicar en algún lado en particular?
Siempre. A pesar de que los medios están en baja y el trabajo con el que yo quise desarrollarme como dibujante cuando era adolescente está en proceso de extinción. Me di un montón de gustos, trabajé en un montón de lados, donde quería, como The New Yorker, aunque no la tapa. La tapa sería un pendiente, algo interesante. Pero, sinceramente, haber hecho la botella de Absolut Buenos Aires, o trabajar para El País de Madrid o The Guardian fueron varios gustos que me di. Son cosas que ese chico de 15 años que comenzó a estudiar dibujo nunca se hubiese imaginado.
En una entrevista comentaste que tu búsqueda es la belleza. ¿Qué significa esa palabra en términos artísticos para vos?
Dentro de lo que es el dibujo satírico, que es lo que más me gusta, buscar la belleza tiene que ver con encontrar las mejores formas para contar lo que quiero contar. Y dibujar lo mejor posible, dentro de lo que es mi estilo. Por ejemplo, yo soy un obsesivo de las manos, para mí, cuentan mucho. Y yo a los dibujantes los juzgo depende de cómo dibujen las manos. Creo que tienen más importancia incluso que las caras. Así que, diría que la idea de belleza tiene que ver con dibujar buenas manos.
Muchas de tus ilustraciones vienen de la música, otra de tus pasiones. ¿Creés que se puede transmitir un sonido con una imagen?
Me encanta escuchar música, y esto tiene que ver con ser un músico frustrado. No me animé a tocar un instrumento precisamente porque estaba tan metido en resolver al dibujante que quería ser que no quería distraerme. Al día de hoy, no lo reprocho porque llegué a donde quería llegar, pero la música es un lenguaje que me parece fabuloso. No sé si lo sabría resolver, pero sí lo aprecio mucho. Y en ese sentido, estoy tratando de ser un traductor, un medium entre el dibujo y la música.
Tus últimos grandes trabajos son ilustraciones hechas en computadora. ¿Qué lugar ocupa en tu vida el arte analógico, como los murales que hacés?
De lo analógico no puedo despegarme. Soy de una generación anfibia. Yo aprendí a dibujar sin la máquina. Y hoy por hoy, trabajo de manera mixta. No trabajo cien por cien en la compu. El proceso comienza en el papel y termina en la compu. De hecho, en un futuro me gustaría volver a hacer una muestra analógica. Disfruto mucho del valor del pincel o del lápiz sobre el papel.
¿Cuánto cuesta para un artista con tanta trayectoria el no repetirse? ¿Cómo lográs superar esa barrera?
Justamente, el final de la muestra mía en la Usina del Arte y el Museo Mar de Mar del Plata me sirvieron para dar el fin a una etapa. Creo que el desafío es que a partir de ahora, las ideas sean el caballo y el dibujo sea el carro. Y no al revés. Entonces, ahí creo que resolveré lo de no repetirme. Si las ideas fluyen, tendré buen destino.‘
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